No se trata de ser aburrido, aguafiestas, antisocial o fanático de alguna religión. El no querer participar de las fiestas de Halloween tienen sus razones para mí. Se trata de no mezclar la luz con las tinieblas. En el mundo existen millares de tradiciones, ritos y costumbres diferentes, de las cuales nos llegan algunas de ellas de manera disfrazada a nuestros pueblos. Hay cultos que rinden su devoción a la vida y otros a los muertos, unos a cosas positivas y otros a cosas negativas. Unos procuran hacer el bien y otros hacer el mal. Es una realidad. Queriendo hacer el bien hay un camino claro, ese que dice: "ama a Dios con todas tus fuerzas y a tu prójimo como a ti mismo". No veo en los orígenes de Halloween ni la más remota devoción a la vida. Lo que veo en esos cultos celtas ancestrales es la superstición, el miedo, el temor, y cosas que no debemos imitar. Se cuenta que hace más de dos milenios atrás, en la noche de Samhain, los celtas tenían por costumbre esconderse en sus casas con luces apagadas. ¿A qué le temían? Al espíritu de la muerte. Creían que en esa fecha que hoy conocemos como Halloween, los muertos salían de sus tumbas e iban por la ciudad en búsqueda de cuerpos de vivos para poseerlos. De esta manera, los celtas evitaban encender luces para no atraer esos espíritus. Los dueños de las casas se vestían de negro o de luto para evitar atraer a los muertos. Hoy, muchos tienen por costumbre vestirse de muertos, esqueletos, cosas horrendas y desfiguradas, semejantes a los muertos de la tierra. Esta tradición es similar a aquella creencia que procura confundir a los espíritus de los muertos para que no los posean. Sin saber, muchos hacen los ritos de esas creencias paganas. La celebración celta estuvo vinculada al fin del verano y de sus cosechas y la llegada de un nuevo año. La celebración celta tomó el nombre de "All Hallows Eve" en inglés y es la etimología de la palabra Halloween. Halloween nos llega hoy con muchas añadiduras comerciales atractivas, llena de colores, fiestas, dulces y un humor basado en el temor y en las cosas horrendas. Cosas horrendas que ahora vienen a ser para muchos simpáticas y atractivas por el enfoque comercial que se le ha dado en occidente. Lo cierto es que prolifera la celebración con bases en el ritual celta, con añadiduras romanas y con otros elementos nuestros que transforman la celebración pagana en alguna clase de festejo todavía pagano. Abundan las imágenes de esqueletos, las máscaras deformadas, las salidas a las casas, las calabazas huecas, las fiestas y el libertinaje. Como dice el dicho: "aunque la mona se vista de seda, mona se queda", prefiero mantenerme alejado de todas estas cosas. Celebremos la vida y no la muerte.
“Amar la lectura es trocar horas de hastío por horas de inefable y deliciosa compañía”. -John Fitzgerald Kennedy.
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miércoles, 26 de octubre de 2011
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